Las revistas secuestradas (hijacked journals): una amenaza más para la ciencia

 Autora: Cinta Gallent Torres, estudiant del programa de doctorat en Educació a la Universitat de les Illes Balears.

El rápido crecimiento de editoriales y revistas de baja calidad, las malas praxis en los procesos de evaluación, edición y publicación de manuscritos, y la falsa productividad científica por parte de algunos investigadores que se sienten presionados por publicar ha fomentado la proliferación de revistas cuestionables o fraudulentas, cuyas prácticas editoriales trasgreden los límites de la responsabilidad, la ética y la integridad científica.

Entre dichas revistas se encuentran las conocidas como "depredadoras" (predatory journals) , cuyo término fue acuñado en 2010 por Jeffrey Beall, académico y documentalista de la Universidad de Colorado-Denver que creó un listado de revistas engañosas para alertar a los investigadores de su existencia. Si bien este fenómeno sigue siendo de actualidad y sigue generando interés entre los especialistas en la materia, surge una nueva práctica, mucho más sofisticada y agresiva, que acecha a los investigadores. Se trata de las revistas secuestradas (hijacked journals), sitios web fraudulentos que clonan revistas legítimas haciéndose pasar por ellas, y engañando así al investigador desprevenido que, a cambio de un módico cargo por procesamiento de artículos, consigue una publicación fácil y rápida.

Si bien estas revistas comparten algunas características con las revistas depredadoras (invitaciones masivas por correo electrónico, reclamos basados en altos índices de indexación, revisión por pares pobre o inexistente, plazos muy cortos de publicación, falta de transparencia en el proceso editorial, etc.), su manifestación representa una estafa en toda regla que viola los derechos intelectuales de las revistas legítimas y compromete la transferencia de conocimiento.

Por señalar algunos rasgos que las definen y que podrían ayudar a los investigadores (nóveles y experimentados) a detectarlas, se destacan los siguientes: (i) son revistas que se apropian de la identidad de revistas legítimas no muy conocidas copiando sus títulos o ISSN (Picazo et al., 2019), e incluso registrando dominios caducados de revistas de renombre; (ii) aprovechan que las revistas legítimas se publican en formato impreso para ofrecer la versión digital falsa de las mismas; (iii) reciclan artículos idénticos para crear un archivo ficticio en la revista secuestrada; (iv) divulgan artículos de baja calidad que no han sido sometidos a una revisión por pares rigurosa; (v) hacen uso de editores famosos y nombres de personas reales a las que incluyen en sus consejos editoriales sin su conocimiento; (vi) proporcionan factores de impacto falsos; (vii) consiguen indexar contenido en bases de datos internacionales como Scopus o Web of Science (Abalkina, 2021), una artimaña altamente preocupante en el ámbito de la comunicación científica.

En realidad, esta modalidad de fraude no es novedosa, ya que la primera revista secuestrada se registró hace más de una década. Fue en 2011 cuando un ciberdelincuente inscribió un dominio caducado (Sciencerecord.com) para alojar indebidamente siete revistas fraudulentas y tres revistas secuestradas (Jalalian y Dadkhah, 2015). A dicho registro, le siguieron otros que, si bien inicialmente fueron casos aislados, no tardaron en abrir la caja de pandora y agudizar el ingenio y la picaresca de aquellos desalmados que pretenden crear pseudociencia. Si en 2014, autores como Jalalian publicaron una lista de revistas secuestradas (Hijacked Journal List 2014) en la que relacionaron 19 de ellas, tan solo un año después, dicho número alcanzaba las 90 (Jalalian y Dadkhah, 2015). Actualmente, gracias al trabajo sistemático de algunos investigadores que pretenden arrojar luz sobre este fenómeno, las revistas clonadas superan ya las 200 (Abalkina, 2021), una cifra que sigue en aumento debido a la dificultad de su identificación y actualización de las listas existentes.

¿Con qué herramientas cuenta el investigador para detectarlas?

Evitar que los investigadores caigan en las redes de estas revistas por desconocimiento o connivencia es todo un reto para la comunidad científica. Afortunadamente existen herramientas de consulta en las que el investigador puede apoyarse para desenmascarar estos negocios sin escrúpulos, evitando que se apropien de su producción científica. Entre ellas, destacan:

  • La lista de revistas secuestradas de Jeffrey Beall (https://beallslist.net/hijacked-journals/).
  • El listado creado por Anna Abalkina (Universidad Libre de Berlin) que, en colaboración con Retraction Watch, facilita el acceso a un comprobador de revistas secuestradas (https://bit.ly/3RC6e8f), un recurso dinámico que se actualiza de forma periódica a medida que van identificándose nuevas revistas.
  • El listado de revistas clonadas elaborado por la University Grants Commission-Consortium for Academic and Research Ethics (UGC-CARE) (https://bit.ly/3uMoDW8).
  • El blog Scholarly Open Access (https://scholarlyoa.com/publishers/) que facilita una lista de editoriales académicas cuestionables de acceso abierto.

Otra de las herramientas que podría ayudar a los investigadores es la página de WHOIS (https://bit.ly/3yIhdEx), mediante la cual, se verifica el registro y la disponibilidad de un dominio, lo cual facilita la identificación de las revistas legítimas y suplantadas. Por último, cabe señalar el importante trabajo realizado por los autores que denuncian estas prácticas e inventan algoritmos de clasificación que facilitan su identificación (Shahri et al., 2018).

Unas consecuencias irreversibles...

Publicar en estas revistas, cuyas páginas web desaparecen una vez caducan sus dominios, trae consecuencias desagradables para el investigador (descrédito de su imagen, pérdida de su producción científica, perjuicios en convocatorias de promoción profesional y académica, etc.). También para las revistas legítimas a las cuales la publicación de la ciencia falsa les desprestigia, poniendo en peligro la confianza de los lectores sobre aquello que consumen. Es importante, pues, que las universidades, los centros de investigación y la propia comunidad académica tomen las precaucionesnecesarias para evitar estas estafas, y activen los protocolos de actuación pertinentes para proteger el auténtico conocimiento científico.

Referencias

Abalkina,   A.   (2021).   Detecting   a   network   of   hijacked    journals    by    its archive. Scientometrics, 126, 7123  7148. https://doi.org/10.1007/s11192-021-04056-0

Jalalian, M., y Dadkhah, M. (2015). The full story of 90 hijacked journals from August 2011 to June       2015. Geographica Pannonica, 19(2), 73 87. https://doi.org/10.18421/GP19.02-06

Picazo, D., Pérez Piñón, M. T., Contreras, C. P. y Sagarnaga Chávez, D. (2019). La estafa académica: fraude en las publicaciones científicas. Tecnociencia, 3(13), 135-239.

Shahri, et al. (2018). Detecting Hijacked journals by using classifcation algorithms. Science and Engineering Ethics, 24, 655  668. https://doi.org/10.1007/s11948-017-9914-2